acerca de la obra

El hilo conductor de esta obra es el tiempo. Es cierto que la luz lo es todo en la fotografía. Sin luz no habría fotografía. Sin luz habría una eterna e infinita oscuridad. Sin la explosión de energía primigenia no habría luz, no habría materia, no habría tiempo. La luz crea la realidad y a través de esta transcurre en el tiempo. La luz parece el medio sobre el que transcurre el tiempo. La fotografía es el mecanismo que utilizamos para detener porciones de tiempo que consideramos valiosas, registrando la luz sobre un soporte sensible. Otros medios, como la literatura, la pintura, la escultura, son interpretaciones de la realidad, pero sólo la fotografía es huella de la temporalidad, de su existencia. Sin estas herramientas únicamente dispondríamos de la memoria para detener esas porciones de tiempo y tan sólo lo que nuestros ojos hayan podido registrar. 

El tiempo al que hago mención es un tiempo poliédrico. No sólo se refiere al tiempo mecánico-técnico de la obturación, el tiempo del aparato, y su manifestación en el soporte sensible. Ya sea a través de la acumulación de tiempo, instantes sucesivos y superpuestos en una única imagen. O el del tiempo detenido a una velocidad muy superior a la que nuestro ojo puede detectar, una realidad que nos pasa desapercibida, un mundo invisible y que el aparato logra desvelar.

También se refiere al tiempo que transcurre a través de la propia materia, que se inició en el primer momento creador y del que somos testigos en su manifestación actual en nuestro propio tiempo. Esa energía transformada en nubes estelares de elementos y que en nuestro tiempo se manifiesta en lo que llamamos la naturaleza, las rocas, el agua, la vida orgánica. Todas estas manifestaciones nos pueden retrotraer a ese momento inicial, son manifestaciones del transcurso del tiempo material, pero las rocas llevan mejor el registro, de su génesis y de sus transformaciones. En cada roca podemos extraer una historia, una transformación de la materia, un discurrir del tiempo. Y también un discurrir presente. Todas están sometidas a transformaciones constantes. De algunas de esas transformaciones podemos ser testigos en la duración de una vida humana. De casi todas somos testigos de la transformación en la capa más externa, como si de una piel de cebolla se tratara, esa capa afectada por el resto de los elementos naturales que la empujan en la misma dirección a la que se dirige toda la materia, que no es otra que a la propia entropía, a la desintegración del orden en el que existen. Prácticamente todas las imágenes de esta galería son irrepetibles, su capa externa ya no existe, se ha degradado, modificada por los elementos. Pero por otro lado deja al descubierto una nueva capa que estaba oculta, latente, a la espera de ser desvelada. Hacer un seguimiento en el tiempo de las mismas rocas depara muchas sorpresas. 

Pero también hace referencia al tiempo interno, el tiempo detenido en forma de recuerdos y sensaciones que emergen del pasado hacia el presente, cuyo impacto se convierte en tema de la obra. Es lo que permite que cada imagen se transforme en una extensión del momento vivido, de la intensa emoción de un segundo que se congela. Así, cada fotografía se convierte en un diálogo entre el pasado y el presente, un esfuerzo por comprender cómo ambos se entrelazan y coexisten dentro de una experiencia personal. Cada captura es, por tanto, no solo un recuerdo, sino también una celebración del instante y de las conexiones que emergen. Registrar al sujeto de la imagen no es el objetivo final; son las asociaciones que se pueden generar, los lazos con otras vivencias distintas a la propia, las imágenes que resuenan en las distintas memorias, las cuales, a su vez, se conectan con recuerdos y experiencias previas, sumando un episodio adicional a una línea temporal de emociones.

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