Distintos puntos de vista y tamaños de plano
se entrelazan en un mural que narra una historia colectiva.
Cada imagen, con su singularidad, suma al relato general,
revelando matices y conexiones que,
a primera vista, podrían pasar desapercibidos.
La piedra, como soporte eterno,
se convierte en el lienzo donde el tiempo se detiene,
sirviendo de testigo a la evolución de una narrativa visual.
Cada imagen, cargada de significado,
revela fragmentos de experiencias,
como piezas de un rompecabezas que,
al unirse, construyen un relato más amplio.
Así, la imagen no solo captura momentos,
sino que disecciona la realidad,
mostrando las complejidades de la vida.
El mural en la piedra se convierte en un testimonio visual,
que a través de sus detalles, invita a la reflexión
sobre la existencia, la memoria y la conexión entre individuos,
creando un puente entre el pasado y el presente.