09.jul.2017
Una buena historia, como un buen vino, necesita tiempo para desarrollarse. La personalidad también necesita tiempo para florecer y desplegarse en todo su esplendor. Un rostro que ha vivido experiencias apasionantes es visiblemente más atractivo que otro que ha llevado una vida anodina. La belleza no se limita a un único momento de la vida; donde hay belleza, esta se expresa de muy diversas formas. Es el ojo del espectador el que debe saber apreciar la belleza en cada una de esas formas. Cada momento de la vida tiene su propia expresión de belleza, desde la creación hasta la decadencia extrema. Aún cuando se pierda la perfección de las formas, aunque se desvanezca la intensidad de la vida, la belleza manifestada sigue desplegándose. Un bosque revela su auténtica belleza no solo en el fresco verdor de la primavera, en la promesa de lo que ha de ser, ni tampoco únicamente en el verdor uniforme del verano, sino también en la madurez del otoño, cuando exhibe su carácter diferenciador y despliega sus colores más interesantes. Y aún en el manto blanco uniforme del invierno, queda patente, simplificado a sus formas esenciales, su riqueza de matices.